-Vamos, Blanca, levántate o llegarás tarde. Otra vez
-Cállate, Chris, hoy no me pienso levantar de la cama.
-¿Y eso? ¿estás bien?
-Sí, estoy perfecta, pero no el día.
Chris se asomó por la ventana, para ser enero, no había ni una nube en el cielo. Hacía frío, y mucho, pero el cielo estaba despejado.
-¡Venga ya! Está un día precioso...
-No me refiero al tiempo, tonto. Me refiero al día.
Él miró el calendario que tenía en la pared. Era martes y trece, o lo que es lo mismo, el día de la mala suerte.
-Oh, vamos, no me vengas ahora con eso. Son cuentos chinos, Blanca, deberías saberlo y más cuando sólo quedan diez días para tu 13 cumpleaños.
-¿Ves? Más mala suerte. No quiero que llegue el día 23, Crhis. Odio el 13, y si con 12 ha sido malo, imagínate con 13.
-Por favor, Blanca, me pones malo, de verdad. Haz lo que quieras, pero a mamá no le va a hacer gracia.
Salió de mi habitación y me levanté, con el pie derecho, eso sí, habrá que contrarrestar la mala suerte.
Me vestí y bajé a desayunar. Sin decir apenas palabra fui al instituto.
Las dos primeras clases fueron lentas, muy muy lentas. Me las pasé mirando por la ventana, y el profesor casi me echa por no atender. Mi mala suerte volvía a florecer.
En el recreo, nada nuevo, pasando de todas y de todos, como hacía siempre.
En general, todo el día fue lento. Cuando salimos me tuve que ir andando, para no variar. Al llegar a casa mamá no estaba y me tuve que hacer de comer. La mala suerte no daba tregua.
Subí a mi habitación. Hice los deberes y me fui a nuestro parque, a ver si alguna de mis amigas aparecía. No apareció ninguna, para no variar.
Cuando ya me iba, si que apareció alguien, pero no precisamente quien yo quería. Venían hacia mí Brad y Yoel. En ese momento pensé que lo mejor sería echar a correr, o que me tragara la tierra. Pero como soy tonta, me quedé quieta, como si hubiera visto un fantasma.
Cuando estaban lo suficientemente cerca, reaccioné, me dí la vuelta y me fui.
Puedo imaginarme sus caras de asombro, pero me da igual. No quería verlos, y menos a los dos juntos.
Había sido capaz de evitarlos desde lo que pasó en este mismo parque hacía doce días exactos, solo me los encontré presumiendo de bici el día de reyes, pero no me vieron, para mi suerte.
Volví a casa, quería acostarme y no levantarme hasta mañana, cuando ya fuera catorce. Pero cuando llegué a mi casa mi madre me esperaba cabreada por haberme ido sin avisar. Subí a mi habitación asintiendo a todo lo que decía mi madre, para no oírla más.
Me tiré desganada a la cama y me tapé la cara con la almohada. Al poco tiempo llegó Sonia, le conté lo que había pasado en el parque y casi me pega por haber huido como lo hice.
Las horas pasaron rápidas por la tarde, cuando me quise dar cuenta, eran las diez y estaba cenando. En un día normal me hubiese quedado a ver la tele, pero hoy, solo quería que pasaran las dos horas que quedaban de martes y trece, así que me acosté e hice lo imposible para dormirme, que no me costó demasiado.